jueves, 8 de septiembre de 2011

Del barro a Ferragamo o de la HH (Humanidad Huérfana)


¿¿Qué sentirá alguien que tiene a sus pies a miles de seres humanos coreando sus canciones o imitando cada una de sus gesticulaciones y movimientos?? Eso debe ser lo más cercano a sentirse un dios (con "d" minúscula, ya que no se trata de Dios, la fuerza creadora omnipotente, omnisciente y omnipresente, y poseedora de todos los demás omni). A alguien debe habérsele ocurrido la estupenda idea de permitir el encumbramiento de esos ídolos de pies de barro que inundan nuestras vidas y que, empujados por la mercadotecnia, buscan hasta la más pequeña grieta en el dique de nuestra cordura y nuestro raciocinio para introducirse y fijarnos de la manera más arbitraria y despótica parámetros absurdos que ya no sólo tienen que ver con la apariencia física, sino que van más allá y dictan actitudes, puntos de vista, opiniones y, si me es dable usar los términos, hasta ideologías y cosmovisiones.

Ver a esas multitudes enardecidas (y de las cuales, tengo que confesarlo, en algunas ocasiones he formado parte) me hace recrear la escena sustituyendo el escenario por algo más parecido a un altar y al artista por un sacerdote o personaje investido de algún poder sobrenatural... y entonces sobreviene la idea: ¿A quién le beneficia que las masas se congreguen incansablemente en torno de estas figuras? ¿A dónde se va toda la energía, el nervio, la pasión, la emoción -y en sí, el alma- de cada una de las personas que se aglutina en torno de esos seres elegidos -tal vez no tan azarosamente como se nos ha querido hacer creer con sus tristes historias donde comenzaron como meseros, o bien lavando baños o en oficios poco glamorosos-? ¿Qué estamos haciendo nosotros, la humanidad, para merecer tener a esos falsos ídolos que se llenan de dinero los bolsillos cada vez que uno tararea alguna de sus melodías, o cada vez que uno va al cine a verlos aparentar ser quienes quisieran ser en realidad? ¿Cuándo perdimos los sesos de manera tal que uno de esos personajes se convierta en líder de opinión?

No quiero simplemente descalificarlos por el solo hecho de ser famosos, pero resulta absurdo e insostenible ante el mínimo asomo de cualquier lógica rudimentaria y elemental que una persona dada, por el hecho de congregar multitudes a raíz de una actividad que implica poco o nada de racionalidad como el tan traído y llevado arte, pueda, de pronto y espontáneamente permitirse opinar y codearse con líderes, jefes de Estado y otras tantas figuras (y que, en la mayoría de las ocasiones desafortunadamente tampoco merecen tan respetuoso tratamiento) e imprimir con ellas un impacto que trasciende el tiempo y el espacio generando olas de opinión y con ello, tendencias que se replican como la marea a lo largo de los océanos de nuestra -insisto- mal llamada "civilización".

De manera simultánea a los miles, cientos de miles y millones de seres humanos congregados alrededor de esas figuras, también existen miles, cientos de miles y millones de seres humanos sobreviviendo, tal vez ni siquiera ya alcanzando a preguntarse la razón de su existir sobre esta ingrata Tierra por falta de fuerzas para pensar y guardando sus últimas reservas de energía para respirar y esperar a que amanezca una vez más, con la inútil promesa de que tal vez ese nuevo día les traiga la respuesta a sus ingentes necesidades... Y ahí, oh, fortuna! surge un famoso caritativo y digno de ser seguido, uno de entre ellos -los ídolos con pies de barro calzado de Ferragamo-, que se convierte en embajador de la buena voluntad o que crea alguna organización que abandere alguna causa altamente lucrativa mercadológicamente hablando, y entonces -y sólo entonces-, muchos de nosotros volteamos a ver esas causas y a esos seres humanos que de otro modo pasan tristemente desapercibidos por todos nuestros gravísimos y profundos problemas de nuestro insignificante e intrascendente día a día.

Todo esto no deja entrever más que se trata de un sistema perfectamente orquestado por alguna mente más demoniaca que el mismo Diablo (recuérdese que el tan mentado Satán es, en principio de cuentas y sin desconocer la existencia de fuerzas que escapan a la comprensión humana, una designación hecha de, por y para los hombres): la búsqueda de figuras a las cuales seguir, ha sido y es una constante entre el género humano; nuestra sed de líderes es insaciable e interminable. Sin embargo, los líderes y figuras en los tiempos en que ya no se puede estar a lo que el sacerdote predicaba desde el púlpito y donde la información hueca y sinsentido nos inunda en todo momento a velocidades abrumadoras, deben ser más coloridos, sus actitudes deben ser más chocantes y provocar impactos, que a pesar de ser más transitorios, se sienten más profundos.

Proclamamos estar en la era de la información y del conocimiento, pero ¿cuántos de nosotros no caemos rendidos ante el inexplicable impulso de acudir a esas congregaciones multitudinarias, o si no, de seguir las reliquias de algún santo, beato o entidad destinada a la deificación masificante (término que me estoy permitiendo acuñar para dar a entender que si bien se trata de algo relacionado con las masas humanas, además las congrega a su alrededor)? La sensación de azoro que produce el fundamentalismo católico del muchacho que planeaba masacrar a los opositores del Papa en funciones durante su visita a España, no es menor que la que produce el saber que aún el día de hoy, se promueven prácticas que huelen a Edad Media y donde sólo estamos a la espera de observar la procesión del santo, beato o figura en cuestión rodeada de un colorido desfile de juglares y demás personajes dignos de la picaresca.