martes, 13 de marzo de 2012

Martes 13 y los idus de Marzo

Marzo, el tercer mes del año indica también el despunte de la Primavera y con ello, el inicio de este clima caluroso, seco, lleno de polvo y de aparente olvido donde todo puede suceder.


Abro las ventanas por la mañana, lo único que me refresca entonces es la sensación del día que nace y la del sol que no esplende aún. Son esos momentos previos al acalorado trajín de las veinticuatro horas que se tienden ante mí, los que me hacen mantener la fe viva en mi corazón. De otra manera, sin la posibilidad de ver el sol salir ante mi y sin sentir la brisa matinal que sacude mis temores enraizados por la noche llena de sueños densos y acalorados, la vida tendría menos sentido del que ya tiene.


Un martes trece ya casi fenece y su racha ha sido una insabora, incolora e inodora. Ya no los hacen como antes, ya ni siquiera tuve ese sentir de indefensión ante lo inesperado, ya sabía que hoy nada sucedería... Pero los idus de marzo, ésos, aún no han terminado, tal y como le indicaría el augur al César en su camino al Senado adonde sería apuñalado hasta la muerte.


¿Qué traerán en su ráfaga esos idus que se avecinan, oscuros, insondables e intangibles aún? No lo puedo saber, aún no he liberado del todo a la pitonisa que llevo dentro, lo único que puedo saber es que abriré las ventanas una vez más esperando recibir la brisa fresca y limpia que cada mañana me devuelve la fe en el mundo y me hace elevarme por encima de mis pesadillas.





Salve, Regina, Mater Misericordiae
vita dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules filii Hevae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes,
in hac lacrimarum valle.
Eia, ergo, advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte;
et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
Amen.

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