domingo, 16 de agosto de 2009

¿Y ahora qué?




A la hora en que se iban dibujando pesadamente las nubes en el cielo, pensaron: ¿Y ahora qué? ¿Llovería en sus entrañas como el agua que caía firme pero silenciosamente en la hierba del jardín? ¿Se perderían de nuevo en la mirada del otro como desde que se reencontraron en esta vida? ¿O simplemente dejarían correr sus dedos por la superficie ya conocida y a la vez llena de misterios? Nadie sabe lo que la pasión puede traer ni atraer, la pasión sólo se vive y ya; no hay razón, no hay tiempo, no hay nada, tan sólo el estar y el ser. Así de fácil.

La manera de llevar el ritmo en el corazón, así como la forma de mover las pupilas del alma, eso es pasión, eso vive en el palpitar de cada cabello, de cada superficie de piel que se puede ir descubriendo y adivinando a través de las armaduras con que nos protegemos desde que Dios amanece todos los días... Sin pasión nada pasa, pero tampoco con ella. Esencia sublime, eso es.

Inasible es la chispa en que descansa tu aliento, inasible como lo son tus susurros y cuchicheos. Inasible no es tu cuerpo, en el mío, pero sí lo es en su esencia inalcanzable a la vez que cercana en el fondo de tus ojos, negros y profundos, húmedos como el agua en tu vientre e intensos como la fuerza de tu corazón.

Poca esperanza en mi pasión, poca es porque no tiene a dónde ir, ni a dónde llegar, sólo en el remanso de tu ser se encuentra con aguas tranquilas, tu río desembocando en mi lago y nada más.

Quiero ser como la tarde fresca de verano, fui con ella, pero no como ella. Perderme en su intempestiva tormenta, lloverme silenciosa y fuertemente sobre los campos, y luego, luego dejarme ir con el viento que me lleva para hacerme llover de nuevo sobre otros campos pero con la misma fuerza de tu corazón, de tus ojos hermosos y de tu alma desnuda llenándome en mi humedad.

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