martes, 15 de mayo de 2012

Historias de gatos

El primer acto es libre en nosotros; somos esclavos del segundo.- Mefistófeles 
(Fausto, Johann Wolfgang von Goethe).

¿Cuál habrá sido el primer gato con el que me topé en la vida? De seguro fue uno de los que alimentaba en su rancho mi Nona para mantener a raya a los ratones, ratas, cuijes y demás fauna del altiplano considerada como nociva por la gente de campo; desde que tengo memoria los felinos han estado ahí, presentes con sus gestos y andares indescifrables. Muchas veces los perseguí hasta el cansancio -suyo y mío- hasta el punto de haber así ocasionado la muerte de uno muy pequeño que amaneció tieso y con la mirada perdida en el infinito junto al establo. "Lo espantó una vaca", dijeron los trabajadores, sin saber que quien lo había perseguido, acorralado y cansado hasta dejarlo exangüe, había sido yo. El gatito, pinto de color blanco y negro, pagó así el precio de resultarme irresistible, tanto que, queriendo tocarlo, lo maté. 

Ya con más cuidado -para no matarlos de cansancio-, continué observándolos y siguiéndolos para conocerlos más. Ya no quería tocarlos, tan sólo los seguía con la mirada para tratar de adivinar sus movimientos, algo que resultó difícil en extremo y en lo cual no siempre tenía éxito. Entendí, pasado un tiempo, que lo mejor sería simplemente observarlos, sin tratar de adivinar nada; aunque de vez en vez, cuando lograba entrar al cuarto de enfriar la leche y me los topaba de frente, los miraba fijamente esperando que, tal vez, un día, uno de ellos me espetara una maldición o iniciara una conversación conmigo. No sucedió así (afortunadamente para mi familia, pues en caso contrario -como diría Mafalda- la cuenta del sicoanalista se hubiera ido a las nubes).

Hubo algunos más cercanos que otros, recuerdo el que pertenecía a mi prima, uno de color negro, pequeño, esbelto y mucho más inteligente que muchos de mis congéneres: doblaba con la pata la esquina de la alfombra de la sala de televisión y acomodaba ahí la cabeza para ver el aparato al igual que sus dueños; otro más, también pinto de color café y blanco me hizo cumplir con el karma de aquel gatito muerto en el establo, pues estando muy enfermo y queriendo salvarlo, lo llevé desde donde vivía hasta una veterinaria durante todo un viaje de carretera, sólo para que al llegar ahí, el veterinario me dijera que lo mejor era despedirlo del mundo para que ya no sufriera.

En mi primer trabajo importante, un gatito me iba a visitar casualmente cuando más estresada o preocupada me encontraba, y me hacía compañía con sus maullidos hasta que la idea adecuada llegaba a mi mente; también están aquellos gatos que oportunamente se han aparecido en mi camino cuando sin saberlo me encontraba en peligro o cuando las situaciones no eran fácilmente explicables por medios racionales. El último, una gata siamesa que ha venido a visitarme a mi ventana, me recuerda la relación tan especial que he tenido con ellos durante toda mi vida. 

Los gatos, como todo en este mundo, tienen a sus partidarios fervientes y a sus acérrimos detractores. Existen tradiciones antiguas que no les dan el trato más favorable -cosa que también ocurre con su competencia, los perros-, y hasta se les ha quemado junto a sus amas acusadas de brujería; así, entre los nia (Sumatra) se les ha tachado de servidores de los infiernos, mientras que los egipcios antiguamente los veneraban, pues se consideraba que protegían al hombre de sus enemigos ocultos. Así, odiados por muchos, temidos por otros, amados por unos más, los gatos encarnan el arquetipo de muchas de sus cualidades (o defectos, según se trate de un fan o de un hater), y no creo que dejen de sorprenderme por su gracia y agilidad, mientras me sigo preguntando el por qué de su eterno gesto desdeñoso.

Finalmente, debo decir que aunque sé que no a todo el mundo le gustan los gatos, también estoy segura de que no todos somos de su agrado.

2 comentarios:

  1. Coincido respecto a las dos últimas líneas.

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  2. ¡¡Muchas gracias por su comentario, Profe!! Y espero que lo haya pasado muy bien en su día. ¡Saludos!

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